Compartimos un texto de Ticio Escobar acerca de la obra de Salustiano Portillo (1956-2020). En el año 2017, se llevó a cabo una exposición individual del artista en la Sala Josefina Plá del Centro de Artes Visuales/Museo del Barro, titulada El Nuevo Señor de los Animales.
Aunque surgida desde influencias tardías, la talla guaraní realizada en madera,básicamente zoomorfa, se desarrolla a través de soluciones espaciales simplificadas y certeras y da como resultado una de las expresiones más interesantes del arte indígena actual. Precisas y depuradas, estas figuras nuevas son realizadas básicamente para la venta, pero, a juzgar por sus resultados, se nutren de una íntima convicción vinculada con ciertos aspectos profundos de la cultura guaraní.
Tales nexos pueden ser rastreados en primer lugar en los complejos significados de los apyka, bancos chamánicos y representación de la canoa mítica. Pero la figuración en madera también se conecta con pequeñas y escuetas tallas que, en ocasiones, ornamentan los altares guaraní y se vinculan, sin duda, con la figura de los Señores de los Animales: tradicionalmente los cazadores habrían tallado las representaciones de las piezas a cazar, no tanto con un sentido de invocación mágica, como con el del cumplimiento de un ritual compensatorio.
La escultura en madera se basa en los patrones característicos de la estética guaraní: la proporción y el ritmo, la armonía y la síntesis. Empleando una abusiva pero ilustrativa equiparación, podría hablarse de una sensibilidad clásica: sus motivos decorativos responden a planteamientos y soluciones sucintas, sus diseños son nítidos y sus formas, equilibradas. Estas características generales sufren adaptaciones sorprendentes en el caso de la escultura de Salustiano Portillo, animada por un característico expresionismo que perturba y enriquece aquella refinada sensibilidad. Desde hace relativamente poco, Salustiano Portillo ha irrumpido en el reducido ámbito del arte indígena contemporáneo con una figuración totalmente personal: ruda y exacta, casi brutal.
Sus variados formatos oscilan desde el lacónico diseño de sus sillas, hasta las grandes piezas zoomorfas, representativas por lo general de tapires (mborevi), animales paradigmáticos del repertorio iconográfico indígena. Estas osadas representaciones nada tienen que ver con la concepción occidental del volumen y la proporción, plantean un orden plástico propio y descubren un notable manejo de la dimensión expresiva a través de torrentes de soluciones distintas.
En estas obras, el uso del pirograbado no cumple sólo un rol ornamental, sino una función constructiva: apuntala el significado de la forma creando direcciones,remarcando el diseño e instalando tensiones entre lo gráfico y lo plástico.
El artista,cuya obra se presenta ahora en el Museo del Barro, se encuentra provisto de una vocación formal sorprendente, como si no sólo poseyera talento e instinto de espacio y volumen, sino que hubiera estudiado con profesores avezados el movimiento exacto de la línea en tercera dimensión, los principios de la expresión, el alcance de la mirada en conflicto con el objeto. Por eso, estas esculturas significan una innovación en el arte indígena actual; se zafan delos modelos tradicionales para lanzarse a investigar configuraciones y aventurar significados nuevos que, sin duda, enriquecen el panorama no sólo del arte indígena, sino del arte contemporáneo en general.
Ticio Escobar
Diciembre, 2017